Monday, July 16, 2007
Y mañana, ¿qué hacemos?
A pesar de que vivo en la ciudad de Santiago, no ha sido así toda mi vida. Yo nací en Concepción, la segunda urbe más importante de Chile, aunque no estuve mucho tiempo por esas latitudes, de hecho, a eso de los 2 años mis padres ya me habían traído a vivir a la capital, donde crecí y desarrollé. Sin embargo, no he perdido jamás el contacto con mi familia que quedó al sur del país, los visito siempre que puedo (por lo menos unas dos o tres veces al año), y cuando no puedo ir, nos comunicamos mediante emails o Messenger.

Se preguntarán por qué les cuento esto, y más aún, qué tiene que ver mi familia con lo que pase en este país. La verdad, no mucho, sin embargo ocurrió un hecho el domingo que no dejó de impactarme en lo personal, y que dentro de todo es parte de un tema que se ha hecho bastante común en mi país (y por lo que puedo llegar a ver en las noticias extranjeras, en el mundo), sobre todo durante los “fin de semanas largos”: los accidentes de tránsito protagonizados por jóvenes.

La historia ocurrió así: estaban mis primos de carrete en Penco, comuna distante unos 15 o 20 kilómetros de Concepción. A eso de las 4:45 AM, un amigo de ellos, Enrique Lynch, de 26 años, decidió que era hora de volver a casa. A él se le sumaron las hermanas Karen y Marián Silva Mora (de 26 y 24, respectivamente). Dada la hora, y el haber consumido un poco de alcohol, mi primo le pidió a Enrique que se quedara a dormir en el lugar, y que se fuera a su vivienda en la mañana temprano, pero por algún motivo decidió que debía dejar el lugar en ese momento. Se despidieron de todos, él y las hermanas subieron al auto, y partieron.

De ese momento, los encargados de describir el trayecto fueron los oficiales que escribieron el parte policial de esa noche. Cerca de las 5:15 AM, "el vehículo transitaba por la ruta que une Penco con Concepción. A la altura de la Villa Margarita, el conductor perdió el control del vehículo, después de pasar una curva, y traspasó el bandejón central impactando a un vehículo de locomoción colectiva de la línea Ruta del Mar (el taxibús iba hacia la comuna costera)". En el lugar fallecieron Karen y Marián, ambas amigas cercanas de mis primos. El conductor quedó prácticamente ileso, sólo con un raspón en la frente.

Este tipo de cosas me hacen reflexionar, y en esto no quiero parecer moralista ni mucho menos, porque eso es algo que me jacto de no ser. Sin embargo, los accidentes automovilísticos ocurren porque alguien hizo algo que no debió haber hecho, en este caso, alguien no les dijo enérgicamente que no condujera, alguien decidió ir en un auto con una persona que no podía manejar, y alguien decidió manejar, cuando no debía hacerlo.

Ahora que lo escribí, me pregunto, ¿y quién soy yo para juzgar? Mal que mal, tengo los mismos 25 años que promediaban ellas, y me he subido a autos conducidos por personas que ha consumido alcohol, he manejado yo mismo bajo las influencias de una o dos piscolas de más, y he sido poco enérgico varias veces con amigos que quiero mucho, pero que apelando a su libre albedrío, dejo que se vayan sin haber descansado ni siquiera un poco después de haber estado celebrando. Y más aún, ahora que lo pienso, me cuesta recordar a alguien que nunca haya cometido errores tan tontos como esos, mal que mal, la gran mayoría de las personas jamás querrían ser parte de un accidente, directa o indirectamente. Casi nadie quiere que sus amigos o familiares sufran uno, ni mucho menos que mueran a causa de este lamentable suceso.

Sin embargo las cosas se dan a veces así, algunos pueden pensar que es cosa de dios, o bien del destino, e incluso de la mala suerte. Sólo hay un asunto claro, todos los accidentes de este tipo son evitables, mal que mal, no creo que Chile sea el único que ha gastado muchos millones en campañas para prevenir este tipo de sucesos. Todos apelan a entregar las llaves en caso de beber (y para qué nos vamos a poner pacatos, drogarse también se incluye en este punto), andar siempre con el cinturón de seguridad, conducir a la defensiva y respetar las normas del tránsito.

Pero ¡hey, somos jóvenes!, los carretes, tomar en exceso, el probar algún tipo de sustancia ilegal, correr por las calles en auto, hacer subir la adrenalina hasta el máximo, para después disfrutar de la calma; es parte de lo que somos y hacemos. Mal que mal, estamos en una edad donde, si tienes una situación económica que te lo permita, la única responsabilidad es con los estudios, y la mejor manera de escape, es mediante la celebración. Vivimos sabiendo que despertaremos por la mañana, preguntándonos que vamos a hacer a la noche, pues aun quedan muchos años por disfrutar, donde cuestionarse el resto de la vida, es algo que podemos hacer al día siguiente.

No obstante, todo lo que hagamos, o dejemos de hacer, tiene consecuencias. A veces son evidentes, como en el caso de Karen y Marián, pero otras pueden ser imperceptibles, y causar de todas formas mucho daño. Una mala cura, puede terminar en una pelea, una pelea puede terminar con alguien lesionado o muerto, e incluso con la casa hecha cenizas, como ocurrió el domingo 15 en la comuna de Maipú. Correr a grandes velocidades en auto puede darnos momentos gratificantes, claro, eso si no chocamos, si no causamos un accidente, o si no atropellamos a un pobre cristiano que volvía a su casa caminando.

Ahora que vuelvo a leer todo lo escrito, creo que al final no es bueno buscar responsables para los accidentes, mal que mal, todos somos, en alguna medida, responsables. Pero si de algo ha de servir la muerte de un ser humano, que sea para que los que quedamos tomemos conciencia de lo que puede ocurrir, mal que mal, tengo 25 años, y puede que no tenga un mañana para disfrutar.

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Craneado por Rupert a las 11:24 PM | Permalink | 5 se han pronunciado. Hazlo tu también