Thursday, July 20, 2006
¿Actores principales o meros expectadores?

El periodismo es una carrera donde nos limitamos a observar y documentar. A veces nos entregamos a la idea de meternos en ciertos temas complicados, como es la política, o las grandes mafias. Pero siempre somos observadores de cuanto ocurre, nunca tomamos parte directa en el asunto. De hecho, esto me recuerda las palabras que me dijo alguna vez un fotógrafo que conocí: yo no tengo la misión de ser la noticia, sino de encontrarla y exponerla. Esa es nuestra misión, pero tiene un fin mucho más importante, que es el de que la ciudadanía tome conciencia de lo que ocurre en nuestro mundo, y traten de hacer algo por cambiarlo. Como dijo alguna vez un reconocido fotógrafo, yo no puedo cambiar el mundo, pero sí puedo mostrar por qué tiene que cambiar.

En este sentido me he puesto a reflexionar sobre el tema en una visión mucho más amplia, ¿somos nosotros parte de las cosas que suceden, o meros espectadores del acontecer? Quizás el ego nos remita a la primera, pero casi siempre la práctica nos personifica como simples actores secundarios de la gran historia que acontece a nuestro alrededor, incluso podríamos decir que ni siquiera tenemos una línea en el “gran guión”. Yo mismo he participado en marchas en contra del abuso del ser humano hacia Gaia, pero eso no me convierte en actor principal del tema, sino un mero acompañante; como la cebolla en un bistec a lo pobre. Puedo debatir constantemente acerca de diversos temas como es la delincuencia, las injusticias sociales, o en los problemas de tránsito que vemos todos los días en nuestras ciudades. Puedo formarme una poderosa opinión acerca de estos temas, e incluso influir en otras personas para que piensen como yo. ¿Pero estoy haciendo algo por cambiar lo que creo injusto o mal hecho?

Este mismo tema me recuerda lo que hicieron los secundarios en nuestro país hace poco. Se enfrentaron con manifestaciones sin precedentes en los últimos 30 años contra algo que creían injusto, y que los estaba perjudicando en gran medida. Lo malo fue ponerme a pensar por qué no lo hizo antes mi generación, donde existían exactamente los mismos problemas y todos creíamos de igual forma que eso era algo que estaba mal, y que debía cambiar. Yo pienso que esto ocurrió básicamente porque nacimos en medio de un proceso, es decir, estuvimos en nuestra infancia metidos en dictadura, y vivimos nuestra adolescencia en un proceso en el que aun existían miedos, y donde ya no existían los problemas por lo que nuestros padres lucharon (sea por uno u otro bando). Es decir, sabíamos cuál era la pelea por la cual nos adoctrinaron a combatir, pero cuando llegó el momento de hacerlo, ya no teníamos por qué hacerlo. Quizás por hacer una rara similitud, nosotros también nacimos en medio de cambios de procesos tecnológicos. Pasamos de escribir nuestros trabajos a mano, consultando libros y transcribiendo lo que ahí decía, a una era donde todo está en internet, y el acceso es cada vez más fácil y rápido. De ahí que no nos podamos decidir a quien apoyar, si a los niños que buscan su bibliografía en la web, o a los adultos que la buscan en los libros. Quedamos en medio, y no sabemos por quién, ni cómo tomar parte.

Pero esa es nuestra generación, la de personas que tenemos entre 20 y 30 años, quizás menos, quizás más. ¿Pero qué pasa con el resto? ¿Acaso no somos todos parte de la misma sociedad, con sus problemas y virtudes? Y si somos todos parte, ¿no somos acaso todos responsables de los problemas y logros que hemos alcanzado?

Un amigo me comentó que Chile tiene una sociedad basada en los caudillos, es decir, necesitamos de un ente que nos lidere y nos guíe, para bien o para mal. A quien podamos acudir para que nos soluciones nuestros problemas y nos felicite por haber hecho un buen o mal trabajo. Al principio me costó encontrarle la razón, pero ahora que lo medito, creo que está en lo correcto.

Veo todos los días que muchas personas acuden al presidente de turno para que les instale centros culturales, les arreglen las calles, les dignifiquen la vivienda o combatan la drogadicción; y mientras esto ocurre quedan expectantes viendo si es que esto soluciona sus problemas, mirando o incluso observando. Eso mismo me hace pensar en que cuando era chico, y queríamos tener un auto para deslizarnos a “toda velocidad” por la calle con la mejor pendiente que encontráramos, simplemente lo fabricábamos, con un manubrio hecho con un par de cuerdas, un par de tablas como asiento y rodamientos como ruedas. Hoy en día si no es eléctrico, no sirve.

La tecnología y el avance nos han quitado de a poco el ingenio que nos ha caracterizado como especie, de solucionar los problemas de a poco, al principio rudimentariamente y luego con mayores avances. Quizás si entendiéramos que podemos hacer con esfuerzo nuestros propios centros culturales, apoyar a la gente que consume drogas para que puedan salir o inventando formas que terminen con la delincuencia en nuestros barrios como trabajos o quizás escuelas nocturnas, las cosas podrían cambiar para mejor.

Anoche veía como a los okupas les iban a quitar su casa que destinaron como un centro cultural gratuito en el barrio República. Entiendo que el recinto es de una institución de gobierno, pero el uso que le estaban dando es realmente fantástico: talleres culturales de danza, una pequeña biblioteca, pintura, etc. Ellos quisieron hacer algo que nos beneficia a todos, quisieron ser actores principales dentro de esta pequeña “comunidad”, con casi nada de recursos, pero con buena voluntad. Pero al parecer el sentido de propiedad va a ser el ganador en esta ocasión, y no el buen fin que tenía este lugar.

Ejemplos puedo dar muchísimos, para bien y para mal. Pero lo que quiero que me gustaría que piensen y mediten, es qué quiero ser yo, un actor principal, o parte del gran público. Quiero ser parte de la solución, o esperar que nuestros caudillos lleguen y tomen medidas que no siempre nos benefician por completo.

Quizás si ponemos de nuestra parte, logremos un cambio para bien. Pero ojo, esto se logra mediante un esfuerzo, mediante una lucha que no siempre podremos ganar. Los okupas están en la suya, y los escolares en otra. Pero quizás el fin que buscan sea lo suficientemente bueno como para que valga la pena un poco de stress y cansancio. Lo que sí estoy seguro, es que vale la pena intentarlo y buscar mejoras que pueden ser pequeñas o grandes, pero que signifiquen un cambio positivo en nuestro entorno. Esta es nuestra misión. Ahora, está en cada uno la oportunidad de tomarla o no…

 
Craneado por Rupert a las 3:48 PM | Permalink | 7 se han pronunciado. Hazlo tu también
Monday, July 10, 2006
Jugando a ser dios (De vuelta al pasado, presente o futuro)

¿Pensaría Julio Werne que sus imaginerías literarias se convertirían alguna vez en realidad? Es probable que no, pero así ha ocurrido. Los submarinos, los fax, los viajes alrededor del planeta en menos de 80 días, o incluso a la luna; la bolsa de comercio, y un gran etc. que daría para grandes ficciones sobre la manera que tuvo este novelista de predecir todos estos avances. Todo eso hemos alcanzado en la corta cantidad de tiempo de 100 años, lo que nuestros bisabuelos veían como absurdo e inverosímil, ahora es cotidiano.

Esto nos ha llevado como consecuencia que ahora los imposibles para la ciencia casi no existen, sino que sólo está lo poco probable. Hace mucho tiempo atrás los alquimistas buscaban la piedra filosofal, y la capacidad de tener vida eterna y convertir el plomo en oro, evolucionando esta pseudo ciencia en la base de la química moderna. Ellos quizás no lo lograron (aunque la leyenda cuenta que hubo uno que otro que sí), pero hoy es tan sencillo como sentarse en un laboratorio, recombinar electrones y pasar de este metal impuro, al más radiante trozo del preciado mineral amarillo. La vida eterna es aun un poco factible, pero ya hay investigaciones que han logrado aislar el “gen de la juventud”, otorgándonos la posibilidad de seguir con un cuerpo de 30 años a los 70.

Pero todo esto lo vemos como consecuencias de avances en materias que hemos experimentado durante largo tiempo, sin embargo lo que más ha salido últimamente en varias publicaciones en torno a la disciplina de la física, es la creciente probabilidad de concretar viajes en el tiempo.

Para la literatura, esto se ha dado hace muchísimo tiempo, teniendo hoy una gran variedad de textos disponibles para incrementar nuestra imaginación con respecto al tema. Entre estos incluyo al Best Seller “Caballo de Troya”, que nos habla de unos científicos que en la era de los ’50 logran viajar hacia el tiempo de Jesús y relatar cómo fue la experiencia en los últimos días del inspirador de los evangelios. Sin embargo no hablamos hoy de ficción, sino de una realidad.

El físico de la Universidad de Conneticut en Estados Unidos, Ronald Mallet, ideó una nueva máquina que haría esto posible mediante la utilización de energía luminosa, en forma de rayos láser, para curvar el tiempo. ¿Cómo así? Se preguntará usted. La explicación es compleja, pero en la práctica se reduce a lo siguiente: utilizando espejos, lentes y rayos láser circulantes de alta potencia, se lograría curvar el espacio y el tiempo, lo cual nos lanzaría a un pasado o futuro cercanos.

Pero las máquinas y teorías serían algo un tanto inútil si no tuviésemos en qué aplicarlas (aunque con esa frase me gane quizás más de un detractor), y es aquí donde quiero hacer más hincapié. ¿Cuáles serían los alcances de tener una máquina para viajar en el tiempo?

Imaginemos un momento que tenemos en nuestra posesión una brillante, nueva y flamante Máquina del Tiempo, con manual de instrucciones, garantía y todo lo necesario para realizar un viaje. Quizás repudiamos lo que le pasó a los gitanos durante la 2ª Guerra Mundial, o a los civiles que vivieron el terrible final de esta misma confrontación en Hiroshima. Tenemos la posibilidad de cambiar el devenir del destino de tales personas. ¿Lo haríamos? Las repercusiones de tales actos serían quizás buenas, quizás no. De repente nosotros mismos no existiríamos después de tal intervención, pero poder jugar a ser Dios durante unos instantes es una tentación demasiado peligrosa como para pasarla por alto.

Podríamos hacer que los grandes dictadores y violadores de derechos humanos jamás nazcan, o concederles unos momentos más de vida a muchas personas que quizás se lo merecen. Gandalf le dijo a Frodo en El Señor de los Anillos, “…no desees la muerte de nadie, si no eres capaz de entregar vida. Ni el más sabio conoce el final de todos los caminos”. Con este artefacto, de hecho, podríamos ser testigos del final, principio y medio de todos los caminos, y podríamos administrar los designios de la caprichosa muerte.

Quizás también podríamos curar enfermedades antes que siquiera aparezcan, como el SIDA o el cáncer, evitar la muerte de miles de personas en Europa durante la aparición de la Peste Bubónica. Podríamos volver a escuchar en una privilegiada audiencia las composiciones de Beethoven, interpretadas por él mismo, o ver pintar a Picasso, o conocer en persona al mismísimo Jesús. Viajar junto a Cristóbal Colón o explorar los secretos de las pirámides en Egipto, mientras estas son construidas.

La verdad es que la curiosidad humana tendría al fin respuesta en casi todo lo que a historia significa. Nos haría personas concientes de los verdaderos procesos que hicieron levantar y caer a los imperios, incluso mucho más concientes de la propia naturaleza humana, sea ésta lo que sea. Pero dicen que la curiosidad mató al gato, y en este caso, nuestro presente.

El cambio del pasado, altera nuestro futuro. O eso es lo que hemos aprendido de todas las películas, libros y científicos que estudian el tema, es casi tan conciente en nosotros, como saber qué hacer en caso de que nos estemos hundiendo en arena movediza (siendo la verdad, que es imposible hundirse en ésta…). Pero si creemos en el destino, lo que es bastante válido, nuestros viajes e intervenciones durante estos viajes estarían ya contempladas por el ente superior a cargo de ver lo que es, lo que fue y lo que será. En este caso, no tendríamos nada que perder, puesto que es algo que no podemos evitar, que simplemente estaba escrito.

Pero en el otro caso, en el creer que nuestro futuro es sólo consecuencia de lo que nosotros hagamos en nuestro presente, la historia es diametralmente distinta. Los cambios que produjésemos en el pasado, repercutirían directamente en el ahora, y quizás de formas mucho más peligrosas de las que pudiésemos siquiera imaginar. La Teoría del Caos, o más comúnmente llamada El Efecto Mariposa, ilustra bastante bien lo mencionado. La clásica ilustración que le da su nombre, es así: si una mariposa bate sus alas en Japón, puede ocasionar un huracán en Estados Unidos, es decir, todo esta conectado, incluso de la manera más insignificante. Que yo le diga a alguien el día de mañana que está resolviendo mal un problema amoroso, podría implicar que en después de diez años, no sea capaz de zanjar ningún tipo de dificultad por si mismo.

En verdad, las posibilidades son infinitas, y como tal no percibimos qué tanto afectan nuestros propios actos en nuestro entorno inmediato. ¿Pero es la solución construir un artefacto que nos permita arreglar nuestras vidas antes de vivirlas? Quizás lo único que tenemos que hacer es poner atención en el presente, meditar cómo estamos haciendo las cosas ahora, y cómo podemos lograr algo mejor de lo que estamos experimentando.

Quizás lo que nos hace falta sólo darnos cuenta de que podemos hacer las cosas ahora, antes de meditar lo que no hicimos antes.

 
Craneado por Rupert a las 1:34 AM | Permalink | 3 se han pronunciado. Hazlo tu también