Alguna vez dijo Voltaire… o quizás lo dijo Aristóteles… o Voltaire citando a Aristóteles…, bueno, como sea, alguno de ellos dijo una vez: “podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero moriría por tu derecho a decirlo”. La verdad, no puedo estar más de acuerdo con esa frase, puesto que resume, en cierto sentido, lo que es la democracia y la tolerancia. Ahora bien, hay formas y formas de expresar lo que uno pide, ya sea ante un desconocido, un cercano, o una autoridad; y la forma en como se ha ido dando en todas las grandes manifestaciones que he tenido la poca fortuna de presenciar, no ha sido lo que llamaría la mejor de todas.
Cientos de detenidos, decenas de heridos, varios millones en destrucción a la propiedad pública y privada, y saqueos a locales grandes y pequeños, son la tónica usual los 29 de marzo -día del joven combatiente-, 1 de mayo -día del trabajador- y 11 de septiembre -coincide con el ataque a las torres gemelas, pero en el caso chileno se recuerda como el día en que Pinochet atacó el Palacio de La Moneda, y se hizo del poder durante 17 años-. Aunque a veces se dan fechas no “calendarizadas” para este tipo de situaciones, como fue el caso del miércoles 29, recién pasado.
Una vez más, la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), hizo un llamado a movilizaciones, para demandar en esta oportunidad, un alza al sueldo mínimo, y mejores condiciones laborales para los trabajadores –que puesto en idioma político, quedaría algo como fin al sistema neoliberal de mercado y fin al sistema binominal-. Acá mi rol no es dedicarle líneas a lo que piden o dejan de pedir, insisto que estamos en una democracia, y cada cual es libre de exigir lo que se le venga en gana –que se lo den, es harina de otro costal-; sin embargo hoy quiero hacer ver mi punto de vista acerca de estas manifestaciones.
Cerca de 700 detenidos, aproximadamente 50 heridos (en su mayoría carabineros), un fotógrafo quemado por una bomba molotov, un senador con un palo en la cabeza y varios millones en destrucción a la propiedad pública y privada, todo esto, en una marcha que jamás fue autorizada, y aunque así lo hubiese sido, esos números son más que suficientes para decirnos que algo no anda bien en la cabeza de las personas que están provocando estos destrozos. Ojo, que acá no es mi intención tampoco dejar a Carabineros como blancas palomas, sin embargo creo que los entiendo (y apoyo) cuando agarran a palos a ciertos tipos, mal que mal, yo también lo haría si me tiraran piedras, si me pegaran patadas, o si trataran de quemarme vivo con bombas.
Es que en serio me cuesta comprender cuál es el afán de ir a destruir paraderos, basureros, señalética, tiendas comerciales y pequeños negocios. ¿Acaso creen esa manga de tarados que la gente que trabaja ahí, que vive de eso, son la causa o una representación del “enemigo” contra el cual luchan? Claramente no, es simple y mera delincuencia, nada más, nada menos. Quizás, sólo quizás, podría llegar a entender –jamás compartir-, el argumento que ellos esgrimen para ir a tirarle piedras a carabineros y periodistas, y es que en realidad no le encuentro sentido alguno a todo eso, mal que mal, los oficiales ganan poco y arriesgan el culo todos los días para poder proteger a la ciudadanía de ladrones, violadores, asaltantes, estafadores, etc. De hecho, me siento orgulloso de estar en uno de los pocos países latinoamericanos, en donde me puedo parar al lado de un policía sin tener miedo a que él me asalte.
Sobre la base de lo que enseñaron, la violencia es siempre el último recurso para solucionar los conflictos, y mi pregunta es ¿se agotaron realmente los demás medios? Porque puedo entender que los políticos sólo juegan para el lado que les conviene a ellos, no les interesan sus votantes, salvo casos excepcionales, o las épocas de elecciones. Puedo entender también –y de hecho lo comparto-, que en Chile no existe la democracia –aquí agregaría que difícilmente existe en alguna parte del mundo-. Además, estoy de acuerdo con que las riquezas están pésimamente repartidas, y con que hay que mejorar la calidad de las escuelas y colegios, además, no estoy de acuerdo con que se entreguen sueldos de miseria a las personas, ni mucho menos con que lleguen los empresarios diciendo que ellos le “hacen un favor” a la comunidad generando empleos –de hecho, es al revés, la gente le está vendiendo su tiempo y esfuerzo, a cambio de trabajo para ellos-. Y sin embargo, no creo, a pesar de todo esto, que ir a quemar micros, carabineros o prensa; ir a destruir paraderos, locales comerciales o algún tipo de señalética, sea la respuesta que buscamos a todas nuestras tribulaciones.
A veces apelaría a que estos tipos que salen a hacer vandalismo, traten de apelar a su propia inteligencia, a hacer las cosas bien. Qué se yo, quizás propiciar y generar cambios reales y que contribuyan a sus comunidades, como ir todos los vecinos a mejorar la escuela que se está cayendo a pedazos, o bien construir algún tipo de lugar para poder practicar actividades deportivas. Pero no, siempre tiene que ser el “papá gobierno” quienes les den todas las soluciones en bandeja, y si no las entrega, le arman berrinches cual niño chico.
En fin… quizás algún día esto cambie, mientras, no quedará otra que seguir aguantando a gente estúpida destruyendo lo que otros se han demorado bastante en construir.
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