Monday, August 20, 2007
Para Amanda...
El domingo 12 recién pasado, cerca de las 0:35 de la madrugada, partió una de las personas que más he querido, mi abuelita Amanda. Ella es, o algunos dirían que era, una persona muy especial, y aunque no alcancé a llegar a Concepción antes de su muerte para despedirme, tuve el honor de leer (y redactar) el único discurso que se leyó ese día.

Hoy me gustaría compartirlo con ustedes, íntegro, para que conozcan un poco a esta persona tan especial, que siempre estuvo ahí, para apoyarnos a todos en lo que necesitáramos.

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A todos los presentes: familiares, amigos y conocidos; muchas gracias por venir a acompañar a mi abuelita Amanda en su despedida, en donde emprende el viaje a reunirse con los que ya habían partido: sus hermanos, sobrinos, ahijados, yerno, y por último, Daniel, mi abuelito.

Es tanto un honor, como un placer, el representar el día de hoy a mis primos, en la compleja misión de rememorar las múltiples aventuras y desventuras cotidianas, que recordaremos todos con mucho cariño. Para esto, he preparado este pequeño resumen de todas las tallas, historias y frases que caracterizaron a mi queridísima “awebadita” Amanda, alias, “la pilla”.

La historia comienza el 21 de diciembre de 1907, fecha en que nuestro bisabuelo salva milagrosamente su vida, escapando de la escuela Santa María de Iquique, donde luego se infiltró como polizón a un barco rumbo a Talcahuano. Y es en este lugar donde conoce a Domitila, mi bisabuela, una señorita de alta sociedad, que deja todo por casarse con él (Romeo & Julieta, revuélquense de envidia).

De este matrimonio nace, el 20 de mayo de 1924, una pequeña e inocente bebé, con grandes ojos azules, que llamaron Amanda Prosperina Faúndez Vera. Ella creció al alero de un estricto padre, quién le enseñó el arte de tocar guitarra, pero su temprano deceso, hizo que nuestra abuelita (a los diez años) dejara la música, e ingresara de lleno al mundo del trabajo, para así cooperar al sustento familiar, donde su primer empleo fue confeccionar latas de envasado para la empresa Wirembo. Es en este lugar, donde se generan las primeras historias que ella recordaría por siempre, como el haber escapado de sus jefes, para ir a la votación que generaría el primer sindicato de la compañía, del cual más tarde llegó a ser su presidenta (no sin antes recibir incluso una cachetada para hacerla confesar el nombre de los cabecillas y el lugar donde se realizaría tal reunión, secreto que guardó hasta las últimas). Pero no solo su sentido social se destacaría, llegó en una ocasión a ser reina de belleza de Wirembo (elegida con una amplia mayoría), pero sin el voto de una de sus mejores amigas, quién dijo en la ocasión: “¿yo, darle el voto a la paradilla de la Amanda? ¡Ni hablar!”. Es decir, era rica, e inteligente.

Sin embargo, son muchas más que éstas, las anécdotas que se dieron en este período, por ejemplo la vez donde mi abuelita decidió tomarse la hora de almuerzo para ir a surcar la bahía en un bote junto a dos compañeros de trabajo, sin embargo el destino quiso que se desatara una feroz tormenta que los llevaría a tocar tierra cerca de Penco (habiendo salido de Talcahuano). O quizás cuando los estrictos reglamentos de trabajo, obligaron a los empleados a no poder tomar desayuno en la fábrica, so pena de perder el empleo. Pero Amanda, en unos inmensos arranques de valor y auto sacrificio en post del bien común, burló la seguridad, y con ayuda del calderero, logró servir una docena de jarras de agua para llevar café a sus compañeros. Y es en la ruta de escape, donde se encontró frente a frente con todos los miembros de la plana directiva, y desafiando su suerte, dio dos vueltas alrededor de estos personajes, sin ser descubierta, para luego jactarse con sus amigas diciendo: “¿de a dónde que está prohibido tomar desayuno acá?”.

No obstante, al buscar el progreso personal, decidió mi abuelita, aún mientras se desempeñaba en la fábrica, tomar cursos de Moda, que al cabo de unos meses, la llevaron a trabajar en una importante “boutique” de la ciudad, donde desarrolló variados modelos, incluido un traje, el cual bautizó como “La Zebra”, por su horrendo diseño, y tremendo parecido con este animal. Pero como el destino siempre confabuló a su favor, aun su peor confección, tuvo un tremendo éxito comercial, durando en el mostrador, no más de 30 minutos.

“La Pilla”, sin embargo, siendo una persona integral y formada en cuna artística, incursionó también en el mundo de las tablas, convirtiéndose en una destacada bailarina de zapateo americano y “cueca chora”. Pero no sólo eso, también sus dotes la llevaron a ser catalogada por los medios de la época, como la Actriz Revelación de la región, carrera que la llevó incluso a participar en variados radioteatros (que vendrían a ser como las teleseries de nuestro tiempo).

Luego de una agitada vida laboral, que la llevó de las complejas condiciones en la empresa de enlatados, al mundo de la moda, y pasando incluso, por una destacada presencia artística en el ámbito regional, decide dejarlo todo, en post de un mayor proyecto junto a uno de los más importantes protagonistas de esta historia, mi abuelito Daniel, con quien se casaría y, según dicen las malas lenguas, habrían tenido 12 hijos, de los cuales sólo pudieron sobrevivir los cuatro que conocemos hoy, debido a los intensos períodos disciplinarios que les tocó vivir.

Fueron estos cuatro estoicos personajes, quienes dieron vida a Claudio, Paulina, Alejandra, Michelle, Geraldine, Poline, Jorge, Miriam, Carmen, y quien les habla, Rodrigo. Y somos nosotros, quienes tuvimos la posibilidad de tener, si no a la mejor abuelita, ciertamente, a la más “chora” de todas. Una persona que a sus 80 años se subía a escaleras para poder arreglar cualquier cosa que no funcionara como era debido, que echó abajo un portón construido a pulso por mi abuelito con material de deshecho, que tenía un cálculo matemático sobre la base de medidas de manteles, que nos contaba como les hacía bailes a los bomberos por su ventana vistiendo solo un baby doll, o decía que fumaba pitos de marihuana junto a los cabros en el puente, tomaba vino en garrafa (lo que claramente provocaría su dolencia en el hombro), encontraba personas en poblaciones inexistentes, y vendía sus votos por una empanada y una caña de vino.

Son además, innumerables la cantidad de dichos que siempre nos repetía, como “el año que no hubo qué cosechar”, “de buena clase”, “como no pide de comer…”, “a tontas y a locas”, “3, 4 de la mañana…”, "eres peor que el Eduardo", o “eso que dice usted”.

Y es así como queremos recordarla, como una mujer activa, que siempre tenía la talla a flor de piel, que quizás no demostraba su amor con caricias, pero siempre estuvo preocupada por todos nosotros, pidiéndole a “Albertito” que intercediera por nuestras peticiones ante Dios. Es por todo esto que te lo agradeceremos en el alma, y te recordaremos por siempre. Al fin vas a poder descansar, y, como hubiese dicho un nieto tuyo alguna vez, podrás decir tranquilamente, “al fin dejaron de hacer risión de uno”.

 
Craneado por Rupert a las 7:27 PM | Permalink | 5 se han pronunciado. Hazlo tu también