Friday, September 21, 2007
Hola, ¿Quieres bailar?
A pesar de que tenía ganas de hacer un análisis de la chilenidad con motivo de las fiestas patrias, decidí cambiarlo por otro tema que me gustaría explayar en este espacio, y aunque no tiene relación directa con la celebración de la Primera Junta de Gobierno, más que el haber nacido la idea durante la misma, de todas formas creo que es importante recalcar por una reivindicación del género masculino, en el sentido de haberme fijado por primera vez, que tan distintos no somos del género femenino.

La historia comienza así: para cambiar de aires, y analizar un poco lo que sería de mi vida de aquí en adelante, opté por pasar las mini vacaciones en mi tierra natal, Concepción. Por supuesto, vi a mi familia y, como siempre, me tenían programados una serie de carretes y salidas con amigos de ellos, y es así como el sábado fuimos a tomarnos unos tragos a un local llamado Almendra -bastante bueno la verdad, ultra recomendado para los que viven en esos lares-, para luego ir a hacer gala de nuestras dotes de bailarines en la discoteca K.O. –que, dicho sea de paso, es bastante buena, recomendada también-. Los actores de la noche son: mis primos Manuel, Javier y María José; el Arturo, primo de mis primos, así que familia igual; la Ceci, polola de Javier; la Cathie y Daniela, amigas de la Coté y Manuel respectivamente; y por supuesto, yo.

En un principio, se dio la combinación lógica de los grupos de salida: conseguimos una mesa, e inmediatamente se fueron a bailar Javier con la Ceci y Manuel con la Daniela. Como la Coté andaba con la Cathie comprando, nos quedamos Arturo y yo conversándonos un trago, cuidando la mesa y las cosas de los bailarines. En eso llegan las dos perdidas, y nos pusimos a bailar por ahí cerca, para evitar los típicos robos que se dan por dejar las cosas tiradas. Hasta ese momento, todo bien, pero lo que pasó en adelante es lo que me hizo escribir lo que leen en estos momentos.

Después de un buen rato, llegaron Javier con la Ceci, así que les tocó administrar la mesa, y nos fuimos a bailar a la verdadera pista. Se decidió que la Coté con la Cathie irían por su lado, y Arturo y yo, por el nuestro, así que se dio el típico ritual de ese tipo de lugares: esperar a un lado de la pista, buscando un par de señoritas solas, ir a sacarlas a bailar y claramente, ponerse a bailar. Al parecer andábamos con buena racha, y dado que ninguno de los dos es digno de poner en una pancarta comercial de calzoncillos, en cierta medida es un fenómeno raro que te digan de entrada que sí; de hecho lo normal es preguntar un par de veces antes de que eso ocurra. Pero ahora se dio que de inmediato resultó.

Después de eso, se cambia por el segundo ritual acostumbrado, comenzar a interactuar con tu pareja de turno, cosa un poco compleja por el ruido ambiente y los continuos codazos en las pistas llenas de gente. Lo primero es preguntar el nombre, quizás comentar lo mala o buena que está la música, saber qué hacen, y buscar temas en común para poder seguir desarrollando una conversación. En algún momento, poco determinable por la plática, pero sí por las miradas, alguna de ellas se aburre y “van al baño”. Claramente, luego se vuelve al primer ritual mencionado.

Cuando ellas se fueron, le propusimos a un par de niñas más lo mismo, como nos dijeron que no, nos aburrimos y fuimos a comprar otro trago, para luego volver con Arturo a conversar a la mesa. Es ahí donde empezamos a analizar estos rituales.

Primero que todo, quiero hacer notar lo primitivo que pueden ser los pasos, comparables a los actos de cualquier mamífero. Así, llegamos a la primera etapa, que viene a ser el acecho –encontrar alguien que te interese y fijarse bien cómo es y qué cosas le gustan-, luego el clásico pavoneo –hacerse notar por la niña en cuestión-, para pasar luego a la conquista, y de ahí, bueno, es la mujer la que decide si acepta al tipo o no. No se si hemos avanzado en este aspecto de cuando andábamos subidos en los árboles, pero la verdad no es tan distinto del “modus operandi” de la mayoría de los animales, de hecho hemos cambiado la forma, pero no el fondo.

Bueno, como iba contando, el análisis lo quiero llevar a lo observado una infinidad de veces en discotecas y lugares afines. Como expuse antes, el tema de la seducción no es muy distinto al de los mamíferos, y hay un asunto donde es más claro que en ninguno: en las culturas occidentales de hoy en día es, en la gran mayoría de los casos, la mujer quien elige con qué hombre quedarse: como dice el refrán, “uno propone, pero ellas disponen”. En el baile no es distinto, uno es el que pregunta si ellas quieren bailar y, asimismo, ellas quienes deciden si quieren hacerlo; de hecho, son muy escasos los momentos en que se da lo contrario, pero aquí es donde me asaltó la primera gran pregunta de la noche. ¿Cuál es el criterio para discernir si uno es, o no, un personaje idóneo para bailar con la mujer a la que uno le está preguntando?

Si nos referimos a las típicas conversaciones con café de por medio, gran parte del sexo femenino –dicho por ellas mismas- decide que alguien es una buena pareja basados en cosas como la simpatía, la inteligencia, lo cariñoso, etc, etc. No obstante, ninguna de esas características son posibles de evaluar con la simple interacción de “hola, ¿quieres bailar?”. Entonces nos quedamos con la única posibilidad para darnos la respuesta: se fijan sólo en el físico. Aunque bueno, quizás no solo en eso, también en qué tan borracho esté el tipo en cuestión, y cuánta cara de degenerado tenga, pero si consideramos esos puntos como minorías dentro del amplio espectro disponible, nos queda la primera como la respuesta más probable.

De esa misma respuesta, se desprendió durante la conversación una segunda pregunta, ¿las mujeres realmente piensan que todos los hombres que quieren bailar con ellas, quieren además, agarrar con ellas? Yo puedo dar fe, como hombre, que no siempre es así, aunque el 100% de las encuestadas durante la noche hubiese dicho lo contrario –sí, de aburridos y jugosos, nos pusimos a encuestar a cuanta señorita se nos puso en frente en el lugar-. El 85% de las veces uno saca a bailar de jote, aunque siempre está ese 15% que da pie a la duda, mal que mal, algunos pololean y son fieles; otros simplemente andan con ganas de bailar –sí, a veces pasa que uno anda con ganas de bailar-; y otras, uno simplemente anda con ganas de conocer gente para conversar y no necesariamente agarrar con ellas.

De esta segunda pregunta, se desprende además, una tercera respuesta, que viene en relación a todo lo antes expuesto: si es el hombre el que da el primer paso, y si a la mujer le interesa mayormente el físico en este tipo de situaciones y, además, creen que el 100% de los hombres que las sacan a bailar quieren agarrar con ellas, entonces sacamos como una primera conclusión, que si le dicen que sí a un tipo, es porque ellas también tienen un interés en agarrar con él –por lo menos en una primera instancia-.

En este sentido, somos muchísimo más parecidos de lo que ellas mismas quieren creer: somos igualmente superficiales, por mucho que nos cueste aceptarlo, y nos damos una primera impresión basada en casi las mismas cosas, que pueden ser los ojos, la sonrisa, la cara, el físico, o todo en su conjunto. Al fin y al cabo, quizás somos tan primitivos aún, como el baile en si mismo.

Para la próxima entrega, pasaremos al segundo tema con respecto a lo mismo: ¿qué pasa cuando te dicen que sí quieren bailar contigo?, o en otras palabras, la gran discusión de por qué las mujeres “van al baño” tan seguido. Disculpen la extensión, prometo que la otra será más corta.

*Ambas fotos son mías, revisen mi flickr para verlas

 
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Saturday, September 01, 2007
Nada más, ni nada menos que lo esperable

Alguna vez dijo Voltaire… o quizás lo dijo Aristóteles… o Voltaire citando a Aristóteles…, bueno, como sea, alguno de ellos dijo una vez: “podré no estar de acuerdo con lo que dices, pero moriría por tu derecho a decirlo”. La verdad, no puedo estar más de acuerdo con esa frase, puesto que resume, en cierto sentido, lo que es la democracia y la tolerancia. Ahora bien, hay formas y formas de expresar lo que uno pide, ya sea ante un desconocido, un cercano, o una autoridad; y la forma en como se ha ido dando en todas las grandes manifestaciones que he tenido la poca fortuna de presenciar, no ha sido lo que llamaría la mejor de todas.

Cientos de detenidos, decenas de heridos, varios millones en destrucción a la propiedad pública y privada, y saqueos a locales grandes y pequeños, son la tónica usual los 29 de marzo -día del joven combatiente-, 1 de mayo -día del trabajador- y 11 de septiembre -coincide con el ataque a las torres gemelas, pero en el caso chileno se recuerda como el día en que Pinochet atacó el Palacio de La Moneda, y se hizo del poder durante 17 años-. Aunque a veces se dan fechas no “calendarizadas” para este tipo de situaciones, como fue el caso del miércoles 29, recién pasado.

Una vez más, la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), hizo un llamado a movilizaciones, para demandar en esta oportunidad, un alza al sueldo mínimo, y mejores condiciones laborales para los trabajadores –que puesto en idioma político, quedaría algo como fin al sistema neoliberal de mercado y fin al sistema binominal-. Acá mi rol no es dedicarle líneas a lo que piden o dejan de pedir, insisto que estamos en una democracia, y cada cual es libre de exigir lo que se le venga en gana –que se lo den, es harina de otro costal-; sin embargo hoy quiero hacer ver mi punto de vista acerca de estas manifestaciones.

Cerca de 700 detenidos, aproximadamente 50 heridos (en su mayoría carabineros), un fotógrafo quemado por una bomba molotov, un senador con un palo en la cabeza y varios millones en destrucción a la propiedad pública y privada, todo esto, en una marcha que jamás fue autorizada, y aunque así lo hubiese sido, esos números son más que suficientes para decirnos que algo no anda bien en la cabeza de las personas que están provocando estos destrozos. Ojo, que acá no es mi intención tampoco dejar a Carabineros como blancas palomas, sin embargo creo que los entiendo (y apoyo) cuando agarran a palos a ciertos tipos, mal que mal, yo también lo haría si me tiraran piedras, si me pegaran patadas, o si trataran de quemarme vivo con bombas.

Es que en serio me cuesta comprender cuál es el afán de ir a destruir paraderos, basureros, señalética, tiendas comerciales y pequeños negocios. ¿Acaso creen esa manga de tarados que la gente que trabaja ahí, que vive de eso, son la causa o una representación del “enemigo” contra el cual luchan? Claramente no, es simple y mera delincuencia, nada más, nada menos. Quizás, sólo quizás, podría llegar a entender –jamás compartir-, el argumento que ellos esgrimen para ir a tirarle piedras a carabineros y periodistas, y es que en realidad no le encuentro sentido alguno a todo eso, mal que mal, los oficiales ganan poco y arriesgan el culo todos los días para poder proteger a la ciudadanía de ladrones, violadores, asaltantes, estafadores, etc. De hecho, me siento orgulloso de estar en uno de los pocos países latinoamericanos, en donde me puedo parar al lado de un policía sin tener miedo a que él me asalte.

Sobre la base de lo que enseñaron, la violencia es siempre el último recurso para solucionar los conflictos, y mi pregunta es ¿se agotaron realmente los demás medios? Porque puedo entender que los políticos sólo juegan para el lado que les conviene a ellos, no les interesan sus votantes, salvo casos excepcionales, o las épocas de elecciones. Puedo entender también –y de hecho lo comparto-, que en Chile no existe la democracia –aquí agregaría que difícilmente existe en alguna parte del mundo-. Además, estoy de acuerdo con que las riquezas están pésimamente repartidas, y con que hay que mejorar la calidad de las escuelas y colegios, además, no estoy de acuerdo con que se entreguen sueldos de miseria a las personas, ni mucho menos con que lleguen los empresarios diciendo que ellos le “hacen un favor” a la comunidad generando empleos –de hecho, es al revés, la gente le está vendiendo su tiempo y esfuerzo, a cambio de trabajo para ellos-. Y sin embargo, no creo, a pesar de todo esto, que ir a quemar micros, carabineros o prensa; ir a destruir paraderos, locales comerciales o algún tipo de señalética, sea la respuesta que buscamos a todas nuestras tribulaciones.

A veces apelaría a que estos tipos que salen a hacer vandalismo, traten de apelar a su propia inteligencia, a hacer las cosas bien. Qué se yo, quizás propiciar y generar cambios reales y que contribuyan a sus comunidades, como ir todos los vecinos a mejorar la escuela que se está cayendo a pedazos, o bien construir algún tipo de lugar para poder practicar actividades deportivas. Pero no, siempre tiene que ser el “papá gobierno” quienes les den todas las soluciones en bandeja, y si no las entrega, le arman berrinches cual niño chico.

En fin… quizás algún día esto cambie, mientras, no quedará otra que seguir aguantando a gente estúpida destruyendo lo que otros se han demorado bastante en construir.

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Monday, August 20, 2007
Para Amanda...
El domingo 12 recién pasado, cerca de las 0:35 de la madrugada, partió una de las personas que más he querido, mi abuelita Amanda. Ella es, o algunos dirían que era, una persona muy especial, y aunque no alcancé a llegar a Concepción antes de su muerte para despedirme, tuve el honor de leer (y redactar) el único discurso que se leyó ese día.

Hoy me gustaría compartirlo con ustedes, íntegro, para que conozcan un poco a esta persona tan especial, que siempre estuvo ahí, para apoyarnos a todos en lo que necesitáramos.

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A todos los presentes: familiares, amigos y conocidos; muchas gracias por venir a acompañar a mi abuelita Amanda en su despedida, en donde emprende el viaje a reunirse con los que ya habían partido: sus hermanos, sobrinos, ahijados, yerno, y por último, Daniel, mi abuelito.

Es tanto un honor, como un placer, el representar el día de hoy a mis primos, en la compleja misión de rememorar las múltiples aventuras y desventuras cotidianas, que recordaremos todos con mucho cariño. Para esto, he preparado este pequeño resumen de todas las tallas, historias y frases que caracterizaron a mi queridísima “awebadita” Amanda, alias, “la pilla”.

La historia comienza el 21 de diciembre de 1907, fecha en que nuestro bisabuelo salva milagrosamente su vida, escapando de la escuela Santa María de Iquique, donde luego se infiltró como polizón a un barco rumbo a Talcahuano. Y es en este lugar donde conoce a Domitila, mi bisabuela, una señorita de alta sociedad, que deja todo por casarse con él (Romeo & Julieta, revuélquense de envidia).

De este matrimonio nace, el 20 de mayo de 1924, una pequeña e inocente bebé, con grandes ojos azules, que llamaron Amanda Prosperina Faúndez Vera. Ella creció al alero de un estricto padre, quién le enseñó el arte de tocar guitarra, pero su temprano deceso, hizo que nuestra abuelita (a los diez años) dejara la música, e ingresara de lleno al mundo del trabajo, para así cooperar al sustento familiar, donde su primer empleo fue confeccionar latas de envasado para la empresa Wirembo. Es en este lugar, donde se generan las primeras historias que ella recordaría por siempre, como el haber escapado de sus jefes, para ir a la votación que generaría el primer sindicato de la compañía, del cual más tarde llegó a ser su presidenta (no sin antes recibir incluso una cachetada para hacerla confesar el nombre de los cabecillas y el lugar donde se realizaría tal reunión, secreto que guardó hasta las últimas). Pero no solo su sentido social se destacaría, llegó en una ocasión a ser reina de belleza de Wirembo (elegida con una amplia mayoría), pero sin el voto de una de sus mejores amigas, quién dijo en la ocasión: “¿yo, darle el voto a la paradilla de la Amanda? ¡Ni hablar!”. Es decir, era rica, e inteligente.

Sin embargo, son muchas más que éstas, las anécdotas que se dieron en este período, por ejemplo la vez donde mi abuelita decidió tomarse la hora de almuerzo para ir a surcar la bahía en un bote junto a dos compañeros de trabajo, sin embargo el destino quiso que se desatara una feroz tormenta que los llevaría a tocar tierra cerca de Penco (habiendo salido de Talcahuano). O quizás cuando los estrictos reglamentos de trabajo, obligaron a los empleados a no poder tomar desayuno en la fábrica, so pena de perder el empleo. Pero Amanda, en unos inmensos arranques de valor y auto sacrificio en post del bien común, burló la seguridad, y con ayuda del calderero, logró servir una docena de jarras de agua para llevar café a sus compañeros. Y es en la ruta de escape, donde se encontró frente a frente con todos los miembros de la plana directiva, y desafiando su suerte, dio dos vueltas alrededor de estos personajes, sin ser descubierta, para luego jactarse con sus amigas diciendo: “¿de a dónde que está prohibido tomar desayuno acá?”.

No obstante, al buscar el progreso personal, decidió mi abuelita, aún mientras se desempeñaba en la fábrica, tomar cursos de Moda, que al cabo de unos meses, la llevaron a trabajar en una importante “boutique” de la ciudad, donde desarrolló variados modelos, incluido un traje, el cual bautizó como “La Zebra”, por su horrendo diseño, y tremendo parecido con este animal. Pero como el destino siempre confabuló a su favor, aun su peor confección, tuvo un tremendo éxito comercial, durando en el mostrador, no más de 30 minutos.

“La Pilla”, sin embargo, siendo una persona integral y formada en cuna artística, incursionó también en el mundo de las tablas, convirtiéndose en una destacada bailarina de zapateo americano y “cueca chora”. Pero no sólo eso, también sus dotes la llevaron a ser catalogada por los medios de la época, como la Actriz Revelación de la región, carrera que la llevó incluso a participar en variados radioteatros (que vendrían a ser como las teleseries de nuestro tiempo).

Luego de una agitada vida laboral, que la llevó de las complejas condiciones en la empresa de enlatados, al mundo de la moda, y pasando incluso, por una destacada presencia artística en el ámbito regional, decide dejarlo todo, en post de un mayor proyecto junto a uno de los más importantes protagonistas de esta historia, mi abuelito Daniel, con quien se casaría y, según dicen las malas lenguas, habrían tenido 12 hijos, de los cuales sólo pudieron sobrevivir los cuatro que conocemos hoy, debido a los intensos períodos disciplinarios que les tocó vivir.

Fueron estos cuatro estoicos personajes, quienes dieron vida a Claudio, Paulina, Alejandra, Michelle, Geraldine, Poline, Jorge, Miriam, Carmen, y quien les habla, Rodrigo. Y somos nosotros, quienes tuvimos la posibilidad de tener, si no a la mejor abuelita, ciertamente, a la más “chora” de todas. Una persona que a sus 80 años se subía a escaleras para poder arreglar cualquier cosa que no funcionara como era debido, que echó abajo un portón construido a pulso por mi abuelito con material de deshecho, que tenía un cálculo matemático sobre la base de medidas de manteles, que nos contaba como les hacía bailes a los bomberos por su ventana vistiendo solo un baby doll, o decía que fumaba pitos de marihuana junto a los cabros en el puente, tomaba vino en garrafa (lo que claramente provocaría su dolencia en el hombro), encontraba personas en poblaciones inexistentes, y vendía sus votos por una empanada y una caña de vino.

Son además, innumerables la cantidad de dichos que siempre nos repetía, como “el año que no hubo qué cosechar”, “de buena clase”, “como no pide de comer…”, “a tontas y a locas”, “3, 4 de la mañana…”, "eres peor que el Eduardo", o “eso que dice usted”.

Y es así como queremos recordarla, como una mujer activa, que siempre tenía la talla a flor de piel, que quizás no demostraba su amor con caricias, pero siempre estuvo preocupada por todos nosotros, pidiéndole a “Albertito” que intercediera por nuestras peticiones ante Dios. Es por todo esto que te lo agradeceremos en el alma, y te recordaremos por siempre. Al fin vas a poder descansar, y, como hubiese dicho un nieto tuyo alguna vez, podrás decir tranquilamente, “al fin dejaron de hacer risión de uno”.

 
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Monday, July 16, 2007
Y mañana, ¿qué hacemos?
A pesar de que vivo en la ciudad de Santiago, no ha sido así toda mi vida. Yo nací en Concepción, la segunda urbe más importante de Chile, aunque no estuve mucho tiempo por esas latitudes, de hecho, a eso de los 2 años mis padres ya me habían traído a vivir a la capital, donde crecí y desarrollé. Sin embargo, no he perdido jamás el contacto con mi familia que quedó al sur del país, los visito siempre que puedo (por lo menos unas dos o tres veces al año), y cuando no puedo ir, nos comunicamos mediante emails o Messenger.

Se preguntarán por qué les cuento esto, y más aún, qué tiene que ver mi familia con lo que pase en este país. La verdad, no mucho, sin embargo ocurrió un hecho el domingo que no dejó de impactarme en lo personal, y que dentro de todo es parte de un tema que se ha hecho bastante común en mi país (y por lo que puedo llegar a ver en las noticias extranjeras, en el mundo), sobre todo durante los “fin de semanas largos”: los accidentes de tránsito protagonizados por jóvenes.

La historia ocurrió así: estaban mis primos de carrete en Penco, comuna distante unos 15 o 20 kilómetros de Concepción. A eso de las 4:45 AM, un amigo de ellos, Enrique Lynch, de 26 años, decidió que era hora de volver a casa. A él se le sumaron las hermanas Karen y Marián Silva Mora (de 26 y 24, respectivamente). Dada la hora, y el haber consumido un poco de alcohol, mi primo le pidió a Enrique que se quedara a dormir en el lugar, y que se fuera a su vivienda en la mañana temprano, pero por algún motivo decidió que debía dejar el lugar en ese momento. Se despidieron de todos, él y las hermanas subieron al auto, y partieron.

De ese momento, los encargados de describir el trayecto fueron los oficiales que escribieron el parte policial de esa noche. Cerca de las 5:15 AM, "el vehículo transitaba por la ruta que une Penco con Concepción. A la altura de la Villa Margarita, el conductor perdió el control del vehículo, después de pasar una curva, y traspasó el bandejón central impactando a un vehículo de locomoción colectiva de la línea Ruta del Mar (el taxibús iba hacia la comuna costera)". En el lugar fallecieron Karen y Marián, ambas amigas cercanas de mis primos. El conductor quedó prácticamente ileso, sólo con un raspón en la frente.

Este tipo de cosas me hacen reflexionar, y en esto no quiero parecer moralista ni mucho menos, porque eso es algo que me jacto de no ser. Sin embargo, los accidentes automovilísticos ocurren porque alguien hizo algo que no debió haber hecho, en este caso, alguien no les dijo enérgicamente que no condujera, alguien decidió ir en un auto con una persona que no podía manejar, y alguien decidió manejar, cuando no debía hacerlo.

Ahora que lo escribí, me pregunto, ¿y quién soy yo para juzgar? Mal que mal, tengo los mismos 25 años que promediaban ellas, y me he subido a autos conducidos por personas que ha consumido alcohol, he manejado yo mismo bajo las influencias de una o dos piscolas de más, y he sido poco enérgico varias veces con amigos que quiero mucho, pero que apelando a su libre albedrío, dejo que se vayan sin haber descansado ni siquiera un poco después de haber estado celebrando. Y más aún, ahora que lo pienso, me cuesta recordar a alguien que nunca haya cometido errores tan tontos como esos, mal que mal, la gran mayoría de las personas jamás querrían ser parte de un accidente, directa o indirectamente. Casi nadie quiere que sus amigos o familiares sufran uno, ni mucho menos que mueran a causa de este lamentable suceso.

Sin embargo las cosas se dan a veces así, algunos pueden pensar que es cosa de dios, o bien del destino, e incluso de la mala suerte. Sólo hay un asunto claro, todos los accidentes de este tipo son evitables, mal que mal, no creo que Chile sea el único que ha gastado muchos millones en campañas para prevenir este tipo de sucesos. Todos apelan a entregar las llaves en caso de beber (y para qué nos vamos a poner pacatos, drogarse también se incluye en este punto), andar siempre con el cinturón de seguridad, conducir a la defensiva y respetar las normas del tránsito.

Pero ¡hey, somos jóvenes!, los carretes, tomar en exceso, el probar algún tipo de sustancia ilegal, correr por las calles en auto, hacer subir la adrenalina hasta el máximo, para después disfrutar de la calma; es parte de lo que somos y hacemos. Mal que mal, estamos en una edad donde, si tienes una situación económica que te lo permita, la única responsabilidad es con los estudios, y la mejor manera de escape, es mediante la celebración. Vivimos sabiendo que despertaremos por la mañana, preguntándonos que vamos a hacer a la noche, pues aun quedan muchos años por disfrutar, donde cuestionarse el resto de la vida, es algo que podemos hacer al día siguiente.

No obstante, todo lo que hagamos, o dejemos de hacer, tiene consecuencias. A veces son evidentes, como en el caso de Karen y Marián, pero otras pueden ser imperceptibles, y causar de todas formas mucho daño. Una mala cura, puede terminar en una pelea, una pelea puede terminar con alguien lesionado o muerto, e incluso con la casa hecha cenizas, como ocurrió el domingo 15 en la comuna de Maipú. Correr a grandes velocidades en auto puede darnos momentos gratificantes, claro, eso si no chocamos, si no causamos un accidente, o si no atropellamos a un pobre cristiano que volvía a su casa caminando.

Ahora que vuelvo a leer todo lo escrito, creo que al final no es bueno buscar responsables para los accidentes, mal que mal, todos somos, en alguna medida, responsables. Pero si de algo ha de servir la muerte de un ser humano, que sea para que los que quedamos tomemos conciencia de lo que puede ocurrir, mal que mal, tengo 25 años, y puede que no tenga un mañana para disfrutar.

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Thursday, March 29, 2007
El buen samaritano...

Al fin he sido una víctima más del Transantiago. En realidad hasta me sentía un poco mal de apoyar este cambio en el sistema de transporte, y más aun, que me haya beneficiado un poco, dándome acceso a ciertas partes a las que voy seguido, pagando menos micros que antes. Pero hoy fue distinto, saliendo del cine del Alto Las Condes, un mall de la capital (sí señores de Estados Unidos, acá en Chile tenemos malls y cines), me tocó esperar más de lo usual una micro que me llevara a la estación Escuela Militar del metro, y es aquí donde empieza lo interesante.

Después de una hora de plantón, de muchísimas micros llenas, donde la única forma de subirse era en el techo; de taxis reventando con gente; personas abriendo puertas de locomociones como condenados a muerte buscando la libertad; y uno que otro riéndose de la desesperación de los demás (o sonriendo maliciosamente a las niñas saliendo del colegio); llegó mi turno de hacer dedo a cualquier cosa con ruedas y que bajara por la avenida (incluso motos o bicicletas). Un buen rato después, al fin un buen samaritano decidió trasladarme al metro. Resultó ser un estudiante de medicina haciendo su internado en alguna clínica de la comuna de Las Condes. De hecho acababa de terminar su turno ahí, y ahora partía a su otra práctica en la Posta Central.

No se si se fijaron en esto… salir de una práctica en el día, para pasar a una en la noche… estar concentrado 16 horas o más, durante al menos unas tres o cuatro semanas seguidas, viendo pacientes, dando diagnósticos y decidiendo qué es lo que se debe administrar en cada caso. Eso sumado a lo que debe estudiar y las horas de traslado, nos dan un estudiante de medicina que, después de unos días, no sabrá ni dónde vive, ni cuál es el primer apellido de su padre. Pero, ¿quién es capaz de dar semejante régimen a un practicante que maneja vidas humanas, y que por cansancio puede cometer un error que signifique algo que alguna familia tenga que lamentar? La respuesta la encontramos en la avenida San Carlos de Apoquindo 2200, en la Universidad de los Andes.

Ante tamaño cuestionamiento de este pasajero, le pregunté qué tiene que hacer uno para merecerse eso… la respuesta: regalar medicamentos que entregan los visitadores médicos a una señora con cáncer y una pensión de 75.000 pesos (cerca de 139 dólares al mes), donde el total del precio de los remedios son de alrededor de 300.000 pesos al mes (cerca de 556 dólares), es decir, darle una posibilidad de salvarse de tan complicada enfermedad. ¿Pero cómo tomó esta muestra de gratitud la universidad, que por lo demás pertenece al Opus Dei?

Antes de pasar a eso, veamos la historia completa. Estaba el buen samaritano trabajando en el Hospital Parroquial de San Bernardo, como cualquier otro estudiante. Un buen día (o malo), le tocó atender a una señora que sufría de fuertes dolores, a la cual le administraban medicamentos para quitárselos, y la enviaban a casa. Le preguntó qué le pasaba, ella dijo que tenía cáncer, y que volvía todos los días por el dolor, dado que no tenía como pagar los medicamentos. Como he dicho, mi conductor es un buen samaritano, por tanto le ofreció a la señora juntarle lo que le dieran los visitadores para entregárselos a ella. El primer mes, ningún problema; el segundo, tampoco, pero de ahí fue reasignado a otra parte, con lo cual no pudo volver a San Bernardo a entregarle tan preciada medicina a la señora. Ésta preguntó por él a un profesor del lugar, éste quiso saber por qué lo buscaba, y se enteró del asunto…

Un par de días después, lo manda a llamar uno de los directores de la facultad, que “¡oh coincidencia!”, es un sacerdote de la “Obra de Dios”; pero no de la manera convencional en que llaman a todos los alumnos, es decir, por teléfono. A mi conductor lo fueron a buscar en un furgón/camioneta/auto (entiéndase, algún vehículo) de la Universidad. Lo llevaron donde este director, el cual le dijo que no estaba bien que le anduviera dando medicamentos gratuitos de los visitadores a personas que no pudiesen pagarlos después; esos medicamentos están asignados para dárselos a personas en clínicas que pudiesen pagarlos. Lo que, por supuesto, fue puesto en discusión por nuestro protagonista, apelando a su condición de sacerdote, de ayudar al prójimo, etc.

La discusión, para no alargarnos en nimiedades, terminó en que el director le “ofreció” que terminara el semestre, y que luego la Universidad de los Andes haría los trámites para cambiarlo a la Universidad Mayor, donde supuestamente, eran más cercanos a los pensamientos del samaritano. Aquí nuestro personaje contó lo ocurrido a sus padres, quienes siendo ambos abogados demandaron a ésta institución. Además, amenazaron con hacer público éste tema, entre otros. Desde ese momento nuestro amigo, estudia gratis y le exigen el doble en todo…

Ahora bien, si se interesan en saber cuál es el otro tema que no le interesaba a esta respetada institución que se supiera, bueno, aquí se los voy a relatar. El conductor, al tener probablemente noción de la mitad de las cosas que me comentaba, me comentó que había un pequeño problema de robo de cadáveres de indigentes… ¿¿QUÉ QUÉEEEEEEEEEEEEEEEEE?? Fue lo único que atiné a preguntar en voz alta y con mis ojos saliéndose de sus cuencas.

El asunto es el siguiente, al parecer esta Universidad perteneciente al Opus Dei (lo había dicho antes, ¿cierto?), le pagaba (o paga, vaya a saber uno) cierta cantidad de dinero a los encargados de la morgue del Hospital Parroquial de San Bernardo, para poder sacar los cadáveres de indigentes que no habían sido reclamados por nadie, para llevárselos a la facultad y estudiar con ellos. Claramente esto es ilegal, puesto que la única institución que se puede permitir el lujo de dar cuerpos para su estudio es el SML (Servicio Médico Legal)…

Obviamente hasta ahí quedé en la historia. El trayecto que hice junto a mi somnoliento amigo no es tan largo, pero me regaló un par de cosas en qué pensar. Lo primero, el concepto de “ayuda al prójimo” que tiene la Obra, donde el prójimo no es el necesitado, sino el igual, que por supuesto, no es un indigente, ni un obrero, ni una empleada; sino un tipo que tiene dinero, y quizás poder. ¿Son ellos los que necesitan de estas cosas? Quizás sí, pero mucho más probable es un rotundo “no”. Y la segunda pregunta es, cómo una institución que debería apelar a la “no” utilización de cadáveres para el estudio, dada su línea católica dura, está robando (¿es idea mía, o hay un mandamiento que dice no robar?) cuerpos de personas que, tristemente, vivieron sus últimos días sin que nadie se enterara de que seguían existiendo.

Da para pensar, este tema, que por lo demás, quiero dejar en calidad de rumor, dado que no tengo como confirmar ninguno de estos datos. Pero quién sabe, dicen que si el río suena, es porque piedras trae.

 
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Thursday, December 21, 2006
Carta al Viejo Pascuero

Querido Viejito Pascuero:

Se que han pasado muchos años de que dejé de creer en tu obesa existencia, y que de hecho, como que las mejores navidades que recuerdo, ya cachaba que mi madre era la encargada de poner los regalos debajo del árbol, pero de todas formas, creo un buen año para reencontrarnos, dada la cantidad de cosas que te tengo que decir:

Este año no te voy a pedir la paz mundial... la verdad, veo como nacen weones dispuestos a matar por un par de chauchas todos los días, veo como por un pedazo de terruño les da a los líderes mundiales por mandarse misilazos por la raja todos los días, matando inocentes que, estoy seguro, lo único que quieren es vivir en paz en sus hogares. Veo como la intolerancia se manifiesta todos los días, apareciendo grupos extremistas que se hacen llamar "nacionalistas", donde golpean personas por el solo hecho de no ser tan chileno y heterosexuales como ellos... como ves, la he pedido durante años, y es lo único que he recibido.

Tampoco te voy a pedir la felicidad en todos los que me rodean, porque he aprendido que la tristeza, el caer, los golpes y las metidas de pata son parte del crecimiento de nosotros, mal que mal, si no conocemos la tristeza, no tendríamos manera de poder conocer la felicidad, si no conociéramos la destrucción, menos podríamos entender lo bello de la construcción.

Me gustaría pedirte, eso sí, el amor fraternal entre los seres humanos y el planeta en que vivimos. Donde nos podamos pelear, pero que siempre haya un sentimiento superior que nos una, y que a pesar de que nos mandemos a la chucha, entendamos que no tenemos por que portar un arma contra otro ser humano. Debemos a aprender a ayudarnos, a tender una mano, a sonreir y saludar a los que nos cruzamos en el ascensor, preguntarle como está, y cachar que eso nos humaniza.

Asimismo, debemos ser mas fraternales con nuestro mundo, que nos acoge y nos entrega una casa... mal que mal, tenemos que entender que el planeta no nos pertenece, sino que nosotros pertenecemos a él; y que si extinguimos especies, deforestamos y matamos animales por el puro gusto de portar pieles, estamos eliminando parte vital de los ecosistemas y que a la larga terminará convirtiendo este lugar en un vasto desierto.

También me gustaría pedirte éxito en los proyectos que la gente quiera emprender. Mal que mal, entiendo que echando a perder se aprende, pero nunca es malo un poco de ayuda con ellos... A veces las ideas son muy buenas y el trabajo muy esforzado, y veo como hay personas que con esto, igual no reciben las recompensas mínimas. Un poco de recompensa por el esfuerzo, no es nada de malo...

Bueno, eso en términos generales.
Ahora, para mí...

  • Que este año que se viene esté lleno de logros, tanto en lo personal como en lo familiar.
  • Que me salgan todos mis proyectos, como el postgrado, la búsqueda de pega y el buen término de todo lo que estoy emprendiendo.
  • Que la gente que me rodea ande feliz de la vida, así carreteamos harto y lo pasamos de lo mejor.

Y si andas rajón, y ultra platudo, estas son las cosas materiales:

  • Una chopper Harley Davidson, nuevecita, con morrales de cuero, casco y accesorios.
  • Los siguientes lentes Nikkor: 14-35 F2.8; 28-70 F2.8; 70-200 F2.8 y el 200-400 F3.5 que vi el otro día en BH.... [Todos para la D80, claramente y compatibles con la D2XS en lo posible].
  • Flash Nikon SB800.
  • Un bolso para poder trasladar todo eso sin daño en la moto.
  • Dos tarjetas de memoria SD de 4GB cada una.
  • Un notebook a toda raja para trabajar las fotos.


Eso sería para este año viejito.

Espero que ahora si veas esta carta, y de una vez por todas te pongas las pilas para que no pensemos en la navidad como una alternativa consumista, sino que como una oportunidad para andar en la mejor onda con todo lo que nos rodea.


Rodrigo Álvarez

 
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Sunday, December 10, 2006
No hay mal que dure cien años... pero casi

He escuchado que no se debe celebrar la muerte de un ser humano, lo cual no deja de ser cierto, pero hoy no ha fallecido sólo Augusto Pinochet, murió un icono de la violación a los derechos humanos, uno de los dictadores más importantes de Latinoamérica y el que mandó a asesinar de miles de chilenos.

Las noticias muestran pena, dolor y rabia por parte de los Pinochetistas, señoras llorando y gritando por un funeral de Estado y banderas a media asta, lo que se contrapone con la algarabía en Plaza Italia, el lugar donde se celebran los triunfos en Santiago. Botellas de champagne han sido descorchadas, gente saltando y gritando, risas y banderas chilenas son los estandartes de estos manifestantes. Msn no ha sido distinto, las fraces como “Hierba mala sí muere”, “lamentablemente no creo en el infierno” o “¿tuviste un tercio del dolor y sufrimiento que le infringiste a tantos chilenos? Espero que sí”; contrastan con “adiós Capitán General” o “Que en Paz descanse… un adiós a mi general”.

Chile ha estado dividido durante más de 30 años, y hoy se está manifestando en lágrimas y celebraciones. Con una presidenta hija de un general de las FF.AA. asesinado por los suyos, que puede o no decretar un funeral de Estado, por el carácter de Presidente de la República que le adjudicó el senado hace muchos años atrás. Es esta división la que debería causar tristeza, es esto lo que nos ha tenido debatiendo sobre si existe la democracia en mi país. Quizás es esto lo que deberíamos tratar de recuperar ahora, donde todos los primeros implicados han muerto, y sólo quedan sus ideas en un par de personas y decretos en papel.

Por mi parte, cuesta no estar alegre, considerando que hay personas en mi familia que fueron detenidos por el solo hecho de pensar distinto, de ser dirigentes estudiantiles en la época del ’73. Pero a la vez hay un sentimiento de tristeza, una pena por no haber visto un malletazo contra una mesa, y escuchar una sola palabra: “Culpable”.

Pero el juicio de Anubis nos espera a todos, y será él quien pese su corazón. Estoy casi seguro que Ammyt, la deboradora de muertos, será quien tenga la última palabra en toda esta obra, donde ha muerto el actor principal, y los secundarios no saben si reir, o llorar.

 
Craneado por Rupert a las 10:53 AM | Permalink | 11 se han pronunciado. Hazlo tu también