Sunday, May 28, 2006
El Inquilino de la Nº2

Rodrigo del Villar mide alrededor de 1.78, tiene ojos azules, pelo castaño con varias canas tiñéndolo un poco de gris y más o menos 55 años; vivió en Suecia cerca de 20, y luego volvió a su país de origen: Chile. Uno lo ve e inspira una calma impresionante, que dista mucho de mi actitud a lo largo de su relato. Durante la conversación, me cuenta sobre un fragmento de su vida que en realidad muchos creeríamos más sano olvidar. En el año 1975 él estuvo desaparecido durante dos meses, y pasó quince días en el Cuartel Terranova de la Central Nacional de Inteligencia (CNI), quizás más conocido como la Villa Grimaldi.

“Welcome to the Soldier Side
Where there's no one here but me
People all grow up to die
There is no one here but me”

Nos sentamos en el llamado Muro de la Solidaridad, al este de la Villa, y empieza a revivir sus experiencias. “Cuando llegué acá me sentaron amarrado y con los ojos cubiertos en una silla, no sabía dónde estaba ni qué pasaba a mi alrededor, pero había algunas voces que me llegaban apagadas en el lugar donde me habían dejado. De pronto alguien me reconoció: ‘Rodrigo del Villar, cuando te pregunten en qué celda estás, diles la Nº2’. Nos llevaron a todos al baño a punta de culatazos y empujones, y luego de vuelta a las celdas que en forma divertida, nuestros captores llamaban las Casas Corvi. ‘¿En qué celda estás?’ En la Nº2 respondí”.

Las llamadas Casas Corvi eran celdas de un metro cuadrado aproximadamente, donde instalaban alrededor de cinco personas que tenían que convivir en este lugar, en silencio y tratando de sentarse u ocupar el menor espacio posible para que, por lo menos cuatro lograran dormir de alguna forma en el suelo y uno siempre quedara de pie. Los ojos vendados eran parte de la vestimenta permanente de los detenidos y lo único que podían ver era el suelo de las celdas.

“Young men standing on the top of their own graves
Wondering when Jesus comes
Are they gonna be saved
Cruelty to the winner, Bishop tells the King his lies
Maybe you're a mourner, maybe you deserve to die”

“Las torturas se llevaban a cabo en horario de oficina, de 9 de la mañana a 6:30 de la tarde, como tal, escuchabas los gritos todo el día, y sabías que en cualquier momento te podía tocar a ti nuevamente. Éstas se realizaban en un sector aledaño a las Casas Chile, donde tenían los catres de fierro y las sillas para la electricidad. Todos los que aquí estuvimos pasamos por las mismas torturas y vejaciones, de hecho tenían médicos para controlar que no se murieran los torturados durante estas prácticas, iban midiendo los latidos, la respiración y la presión arterial, chequeando si podían seguir, o lo más recomendable era parar por ese día. Entre las cosas que hacían, era interrogarte electrocutando la silla, y te decían que cuando quisieras hablar, levantaras la mano, lo que por supuesto era imposible, porque tu piel se pegaba al hierro. Pero las mujeres fueron las que más les toco sufrir, puesto que las violaban reiteradas veces y entre varios hombres, además, muchas veces pasó que lo hicieron delante de los mismos hijos o las parejas”

Su voz no se quiebra, ni se ve exaltado. La historia la ha repetido quizás decenas de veces a los visitantes del lugar, pero uno no queda indiferente.”Las noches eran nuestros momentos de descanso, donde solidarizábamos con los que habían quedado en peor estado, y los dejábamos extender las piernas en las celdas. Nos dábamos ánimo, y habían ciertos guardias que de vez en cuando nos dejaban salir a respirar y estirarnos, incluso una vez nos dejaron ir a bañarnos a una pileta. Jamás he vuelto a disfrutar tanto de un baño”. Pero los relatos más fuertes de su historia, no fueron los que a Rodrigo le tocó vivir, sino de los que presenció siendo un prisionero.

“They were crying when their sons left
God is wearing black
He's gone so far to find no hope
He's never coming back”

Me cuenta que dentro de los prisioneros, muchos llegaron con sus hijos pequeños y dentro de ellos había una pequeña de alrededor de tres años. Jugaba durante el día corriendo por la Villa, gritando y saltando como cualquier pequeño de su edad. Y aprendió durante su estancia, a imitar los gritos de los torturados, “gritos guturales, que a cualquier persona que no los ha oído nunca, les desgarrarían el corazón”.

Había también un guardia, que le tocó la mala suerte de hacer su servicio militar en el Cuartel Terranova. Decidió empezar a dar nombres de los que ahí estaban, para que sus familias supieran que estaban vivos, pero un día, lo descubrieron. El castigo fue ejemplarizador: lo torturaron y golpearon brutalmente, lo colgaron del árbol de Ombú, el más grande y viejo del lugar, y luego formaron a todos los demás guardias de la Villa… entre ellos lo asesinaron a cadenazos, y su cuerpo hecho desaparecer.

Pero hay una última historia, que la quise dejar para el final, donde el actor es Rodrigo, y otros cuatro amigos del colegio Manuel de Salas que fueron detenidos en el mismo lugar. “Durante las sesiones de tortura que nos tocó vivir, empiezas a comprender que haya gente que se quiebre y entregue los nombres de algunos compañeros, pero hubo uno de mis amigos, que dentro de las sesiones, nombró a la mamá de otro. Cuando salió libre, se fue a vivir a Suecia, y no volvimos a saber en muchísimo tiempo de él. Después, me llamaron y supe que se iban a juntar en una reunión de ex alumnos, donde él iba a estar. No quise ir. En una segunda junta, llegué, nos abrazamos y conversamos puras estupideces sin trasfondo. En una tercera instancia pudimos juntarnos en Villa Grimaldi, y fue ahí donde realmente nos reconciliamos, lloramos y retomamos un camino que la dictadura estuvo a punto de separar. Yo llamé a nuestro amigo y le dije que querían hablar con él. Conversaron, y al fin estuvieron en paz.

A veces me preguntan los periodistas si puede haber una reconciliación con los militares. Yo jamás lo haré con ellos, puesto que lo que viví es imperdonable, pero sí hay una reconciliación con los nuestros, donde podemos volver a formar los lazos que estuvieron a punto de cortarse y retomar viejas amistades, que ahora estoy seguro, perdurarán por siempre”.

*Citas intercaladas: Soldier’s Side, de System of a Down.

 
Craneado por Rupert a las 10:40 PM | Permalink |


5 Comentarios:


A las 10:43 AM, Blogger And then there was silence...

Que se puede decir. Muy buen relato. Y muy doloroso. No entiendo como alguien puede hacer esas cosas, dan ganas de llorar de puro leerlas. Si entiendo que no haya reconciliacion. ¿Quién puede poner la otra mejilla ante algo asi? Yo no lo haría, no perdonaría nunca.

Saludos, gran historia.

 

A las 8:15 PM, Blogger Clouds_of_ dreams

Sabes que me gusta como escribes, pero de alguna forma quedé con gusto a poco. Un gran relato, crudo y doloroso, pero del que me gustaría conocer más debido a la realidad en la que te hace caer. Gran detalle la canción, inolvidable detalle.
Beso, bye.

 

A las 2:12 PM, Blogger Unknown

Excelente texto, cumpa. La verdad me dejo para adentro la descripción de ambientes, como que llegue a olerlos.

Fuerte la cosa.

Un abrazo

 

A las 12:08 PM, Blogger Paula García

La verdad es que quedé para adentro... y coincido con los demás, está bien relatado. Otra cosita... Buenísimo el nuevo look de tu blog! Esperaré los otros post.

Un abrazo,

 

A las 10:33 PM, Anonymous Anonymous

Lo mismo que dijeron, me gustó lo de las canciones, el tema es crudo, crudísimo y ahora recién despues de 17 años de democracia se viene destapando la olla... fuerte eso. Pero asi se desenrolla y se mueven las capas de la historia.

Saludos,

HAJ.-