Es difícil no recordar mis tiempos de niño, cuando con mis amigos del barrio jugábamos a explorar todo nuestro entorno. Corríamos por nuestras calles, subíamos a nuestros árboles, preparábamos fortalezas y jugábamos a batear piedras, cual beisbolista profesional. Durante estas correrías, un buen día descubrimos una puerta aledaña al potrero en que nos divertíamos, una tarde entramos luego de hacer fuerza y presión para botar las piedras que la atascaban por el otro lado. Encontramos una puerta a Villa Grimaldi.
El antes llamado Fundo de Peñalolén, fue fundado cerca de 1870, como una obra del diplomático uruguayo, José Arrieta, el cual transformó las antiguas casas existentes en un espacio que contenía un teatro popular, centros de reuniones, salones de entretenimiento y una escuela abierta a la comunidad. Se inscribió así como un recinto para los bohemios de la época, donde se debatían los problemas culturales, se compartía y se manifestaban personas de todas las religiones y grupos políticos. Luego, en 1940, el terreno de 10.200m2 pasó a manos de Emilio Vasallo, quién lo habilitó como restaurante y siguió funcionando por varios años como el lugar de contertulia para artistas y escritores. Lo llamó Villa Grimaldi, por asemejarse a una localidad italiana. Pero en 1973, posterior al Golpe de Estado, todo esto cambiaría.
En esta fecha pasó el lugar a manos de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), bajo el nombre de Cuartel Terranova y funcionó como uno de los centros clandestinos de detención, tortura y exterminio durante el período entre 1973 y 1978, convirtiéndose luego, en una especie de “Casa de Campo” para los funcionarios y las familias de éstos. Se calcula que por este lugar pasaron alrededor de 4500 prisioneros políticos, de los cuales 226 son detenidos desaparecidos y 18 fueron ejecutados en el lugar.
Hoy la visito y lo veo todo cambiado, la maleza y el largo pasto seco que tenía en la época en que la admiré por primera vez han desaparecido y me encuentro con un hermoso parque lleno de Araucarias y Abedules, aunque algunas estructuras siguen en pie. Cuando yo las conocí eran dos edificios rojos y abandonados, sin nada adentro, pero hoy se ha convertido uno en un pequeño museo para que los familiares puedan dejar ciertos objetos de sus parientes muertos en el lugar y así lograr una identificación más humana de los visitantes. El otro se convirtió en un camarín para los artistas que toquen en el anfiteatro.
Los viejos y gruesos muros han desaparecido, y hoy la rodea una reja que permite contemplar desde el exterior todo lo que nos depara este espacio, claro, todos excepto el antiguo portón de acceso, el cual se preserva clausurado para que ningún ser humano vuelva a transitar a través de él. La vieja casona desapareció, dando lugar a un gran escenario y a una maqueta que muestra el antiguo emplazamiento de los edificios durante la dictadura. La torre, sin embargo, sigue en el lugar donde la vi la primera vez, al fondo del parque. Completamente hecha de madera y con 11 metros de altura se erguía antes como una copa de agua, ocupada después por la Dina como celdas y mirador, el cual fue el último “hogar” de muchos prisioneros.
Hay una fuente sin agua en el centro, justo a un costado del árbol Ombú, un testigo silencioso de todo cuanto pasó durante este período, y cuyas ramas fueron utilizadas para torturar, colgar y asesinar personas. A su costado un gran muro de piedra, llamado el Muro de los Nombres, el cual recoge en una placa de metal, los nombres de las 226 personas desaparecidas en la Villa.
Alguna vez escuchaste la expresión "The Human Spirit Prevails"?. El final de tu reflexión es una muestra de eso.
La vida, por A B o C se encarga de seguir su camino, devolviendo la tranqulidad a los lugares y a la gente que alguna vez estuvo en su lado más oscuro, es extraño, pero al parecer la vida siempre da segundas oportunidades.
Y si, en la villa Grimaldi se sienten "cosas", guardemos las diferencias, no es Auschwitz, pero algo se siente por esos lados