Monday, July 10, 2006
Jugando a ser dios (De vuelta al pasado, presente o futuro)

¿Pensaría Julio Werne que sus imaginerías literarias se convertirían alguna vez en realidad? Es probable que no, pero así ha ocurrido. Los submarinos, los fax, los viajes alrededor del planeta en menos de 80 días, o incluso a la luna; la bolsa de comercio, y un gran etc. que daría para grandes ficciones sobre la manera que tuvo este novelista de predecir todos estos avances. Todo eso hemos alcanzado en la corta cantidad de tiempo de 100 años, lo que nuestros bisabuelos veían como absurdo e inverosímil, ahora es cotidiano.

Esto nos ha llevado como consecuencia que ahora los imposibles para la ciencia casi no existen, sino que sólo está lo poco probable. Hace mucho tiempo atrás los alquimistas buscaban la piedra filosofal, y la capacidad de tener vida eterna y convertir el plomo en oro, evolucionando esta pseudo ciencia en la base de la química moderna. Ellos quizás no lo lograron (aunque la leyenda cuenta que hubo uno que otro que sí), pero hoy es tan sencillo como sentarse en un laboratorio, recombinar electrones y pasar de este metal impuro, al más radiante trozo del preciado mineral amarillo. La vida eterna es aun un poco factible, pero ya hay investigaciones que han logrado aislar el “gen de la juventud”, otorgándonos la posibilidad de seguir con un cuerpo de 30 años a los 70.

Pero todo esto lo vemos como consecuencias de avances en materias que hemos experimentado durante largo tiempo, sin embargo lo que más ha salido últimamente en varias publicaciones en torno a la disciplina de la física, es la creciente probabilidad de concretar viajes en el tiempo.

Para la literatura, esto se ha dado hace muchísimo tiempo, teniendo hoy una gran variedad de textos disponibles para incrementar nuestra imaginación con respecto al tema. Entre estos incluyo al Best Seller “Caballo de Troya”, que nos habla de unos científicos que en la era de los ’50 logran viajar hacia el tiempo de Jesús y relatar cómo fue la experiencia en los últimos días del inspirador de los evangelios. Sin embargo no hablamos hoy de ficción, sino de una realidad.

El físico de la Universidad de Conneticut en Estados Unidos, Ronald Mallet, ideó una nueva máquina que haría esto posible mediante la utilización de energía luminosa, en forma de rayos láser, para curvar el tiempo. ¿Cómo así? Se preguntará usted. La explicación es compleja, pero en la práctica se reduce a lo siguiente: utilizando espejos, lentes y rayos láser circulantes de alta potencia, se lograría curvar el espacio y el tiempo, lo cual nos lanzaría a un pasado o futuro cercanos.

Pero las máquinas y teorías serían algo un tanto inútil si no tuviésemos en qué aplicarlas (aunque con esa frase me gane quizás más de un detractor), y es aquí donde quiero hacer más hincapié. ¿Cuáles serían los alcances de tener una máquina para viajar en el tiempo?

Imaginemos un momento que tenemos en nuestra posesión una brillante, nueva y flamante Máquina del Tiempo, con manual de instrucciones, garantía y todo lo necesario para realizar un viaje. Quizás repudiamos lo que le pasó a los gitanos durante la 2ª Guerra Mundial, o a los civiles que vivieron el terrible final de esta misma confrontación en Hiroshima. Tenemos la posibilidad de cambiar el devenir del destino de tales personas. ¿Lo haríamos? Las repercusiones de tales actos serían quizás buenas, quizás no. De repente nosotros mismos no existiríamos después de tal intervención, pero poder jugar a ser Dios durante unos instantes es una tentación demasiado peligrosa como para pasarla por alto.

Podríamos hacer que los grandes dictadores y violadores de derechos humanos jamás nazcan, o concederles unos momentos más de vida a muchas personas que quizás se lo merecen. Gandalf le dijo a Frodo en El Señor de los Anillos, “…no desees la muerte de nadie, si no eres capaz de entregar vida. Ni el más sabio conoce el final de todos los caminos”. Con este artefacto, de hecho, podríamos ser testigos del final, principio y medio de todos los caminos, y podríamos administrar los designios de la caprichosa muerte.

Quizás también podríamos curar enfermedades antes que siquiera aparezcan, como el SIDA o el cáncer, evitar la muerte de miles de personas en Europa durante la aparición de la Peste Bubónica. Podríamos volver a escuchar en una privilegiada audiencia las composiciones de Beethoven, interpretadas por él mismo, o ver pintar a Picasso, o conocer en persona al mismísimo Jesús. Viajar junto a Cristóbal Colón o explorar los secretos de las pirámides en Egipto, mientras estas son construidas.

La verdad es que la curiosidad humana tendría al fin respuesta en casi todo lo que a historia significa. Nos haría personas concientes de los verdaderos procesos que hicieron levantar y caer a los imperios, incluso mucho más concientes de la propia naturaleza humana, sea ésta lo que sea. Pero dicen que la curiosidad mató al gato, y en este caso, nuestro presente.

El cambio del pasado, altera nuestro futuro. O eso es lo que hemos aprendido de todas las películas, libros y científicos que estudian el tema, es casi tan conciente en nosotros, como saber qué hacer en caso de que nos estemos hundiendo en arena movediza (siendo la verdad, que es imposible hundirse en ésta…). Pero si creemos en el destino, lo que es bastante válido, nuestros viajes e intervenciones durante estos viajes estarían ya contempladas por el ente superior a cargo de ver lo que es, lo que fue y lo que será. En este caso, no tendríamos nada que perder, puesto que es algo que no podemos evitar, que simplemente estaba escrito.

Pero en el otro caso, en el creer que nuestro futuro es sólo consecuencia de lo que nosotros hagamos en nuestro presente, la historia es diametralmente distinta. Los cambios que produjésemos en el pasado, repercutirían directamente en el ahora, y quizás de formas mucho más peligrosas de las que pudiésemos siquiera imaginar. La Teoría del Caos, o más comúnmente llamada El Efecto Mariposa, ilustra bastante bien lo mencionado. La clásica ilustración que le da su nombre, es así: si una mariposa bate sus alas en Japón, puede ocasionar un huracán en Estados Unidos, es decir, todo esta conectado, incluso de la manera más insignificante. Que yo le diga a alguien el día de mañana que está resolviendo mal un problema amoroso, podría implicar que en después de diez años, no sea capaz de zanjar ningún tipo de dificultad por si mismo.

En verdad, las posibilidades son infinitas, y como tal no percibimos qué tanto afectan nuestros propios actos en nuestro entorno inmediato. ¿Pero es la solución construir un artefacto que nos permita arreglar nuestras vidas antes de vivirlas? Quizás lo único que tenemos que hacer es poner atención en el presente, meditar cómo estamos haciendo las cosas ahora, y cómo podemos lograr algo mejor de lo que estamos experimentando.

Quizás lo que nos hace falta sólo darnos cuenta de que podemos hacer las cosas ahora, antes de meditar lo que no hicimos antes.

 
Craneado por Rupert a las 1:34 AM | Permalink |


3 Comentarios:


A las 7:43 PM, Blogger And then there was silence...

Uff, que tema más complejo. Perof rancamente yo no se si viajaría en el tiempo para hacer el bien. Me tentaría para pasarlo bien, o algo por el estilo, como Mampato y el cinto espacio temporal. La zorra!

Saludos. A too esto, ya volví a publicar jajaj

 

A las 8:53 PM, Blogger Unknown

Derechamente me dedicaria a cambiar cosas que he hecho, por la mera curiosidad de saber que hubiese pasado si mis decisiones fueran otras.

Aunque cagarme a personajes de la historia no me vendria nada mal.

O ir a ese concierto que nunca pude ir.

Po cierto, el tipo era Julio Verne o Werne?

Saludos viejo zorro

 

A las 6:49 AM, Blogger Paula García

Ufffff! prefiero ni pensar en las cosas que haría si pudiese viajar al pasado!!! Mmmmmmm pensandolo bien, no sería nada de malo... ¿Cómo se llamaba el tipo de la máquina luminosa? ¿Tendrías su teléfono?