Me gustan los comerciales de las AFP. Como que todos invitan a ver un futuro en que tendremos una gran casa en medio de una parcela con pasto, un gran castaño con columpio para los nietos y un muelle para que puedan bañarse directamente en las cristalinas aguas de una laguna, donde habrá también una pequeña banca para que, mi esposa de avanzada edad y yo, podamos verlos mientras nadan y juegan. Tristemente la realidad dista bastante de una tan soñada senectud, de hecho lo más probable es que muchos tendremos pensiones que con suerte alcancen los 400 mil pesos, con lo cual poco se puede hacer dado el gasto en remedios y otras cositas. Pero las pretensiones de la presidenta Michelle Bachelet es que todo esto cambie con un nuevo proyecto de ley que aumentará en un 10% las pensiones mínimas y dará el acceso automático de los adultos mayores a la pensión asistencial.
Como decía la primer mandataria durante su campaña, dentro del marco de los 36 compromisos que se comprometió a llevar a cabo en sus cien primeros días de gobierno, el tema de los abuelitos en el país es algo grave. Pensiones de 80 mil pesos, precarias condiciones de vida y en algunos casos, como el de la abuelita de Peñalolén, condiciones infrahumanas de supervivencia son la realidad para muchas personas que superan los 65 años en Chile. Claro este primer paso de la Presidenta va a aumentar entre 8 y 10 mil pesos la mensualidades de los abuelitos, ¿no será mucho?, digo yo, más ensima este aumento es para aquellos que reciben pensiones de menos de 100 mil pesos... Da como para pensar...
Bueno, puedo concordar con ustedes que para paliar las condiciones de los adultos mayores, es un primer e importante paso, pero en lo que no estoy de acuerdo es en que nos pongamos alegres por algo así. Hay que mejorar muchísimas cosas, como el trato que le damos a los ancianos. Por ejemplo iba yo un día caminando por Ahumada, y derrepente un conchesumadre [no encuentro una palabra en mi vocabulario que lo describa mejor] vestido impecablemente de terno, va y le pega un empujón a una abuelita con el hombro [debo suponer que el esfuerzo de girarse un poco para pasar de costado era un gasto de energía demasiado grande para él, y dada la velocidad que llevaba, algo así pudo haber sido mortal]. La abuelita claramente perdió el equilibrio se cayó. Para uno una caida es algo que en realidad no significa mucho, pero para una persona de alrededor de 70 años, puede significar que se les quiebre la cadera, o esguinzarse el pie. La cosa es que los transeuntes pararon a ayudar a levantarse a la señora, y este tipo siguió tan campante como si nada hubiese pasado. Mi indignación fue tal, que lo alcancé y le pegué el mejor empujón que pude... tristemente no hice que se cayera, pero por lo menos lo pude agarrar a chuchadas tranquilamente mientras me miraba sorprendido...
Ese es un caso de muchos. Personas que no les dan el asiento a personas que en realidad no pueden soportar un viaje en micro de pie, otros que no son capaces de ayudarlas con sus bolsas [por lo general gigantes], o por último devolverles la palabra en las micros cuando ellos te meten conversa [cosa nada de rara...].
Somos parte de una cultura que fomenta la juventud y deja de lado a los mayores, quienes fueron realmente quienes construyeron el país en el que vivimos hoy en día. Los llevamos a instituciones, porque en la casa "molestan". Acaso no saben ustedes que algún día también serán viejos, refunfuñones [claro, despues de una vida completa soportando a algunas personas imbesiles, perdemos la tolerancia que nos quedaba...] , regalones, que van a querer un poco de atención. Entendamos que cuando llegamos a una etapa donde no podemos hacer las cosas que hacíamos antes, empezamos a deprimirnos, a encontrarnos inútiles... no necesitamos que nos refuercen esa idea todos los días, ¿cierto?
Quizás de aquí en adelante deberíamos empezar a tratar bien a los abuelitos... son gente con historias que contar, algo que decirnos, cosas que enseñarnos... Tomemos en cuenta que llegaremos a esa edad algún día, y que a ellos tampoco les queda tanto en esta tierra tampoco, ¿nos cuesta mucho acaso darles unos últimos años felices?